viernes, 22 de marzo de 2013

REFRACCIÓN, REFLEXIÓN Y ABERRACIÓN


Hace tiempo que viene a curiosear las telarañas de mi cama, la neurona espejo..., me despierta como una sacudida, como un calambre y consigue que -a la hora que sea- no pueda volver a conciliar el sueño... Entonces una irrefrenable energía acelera todo el sistema para empezar el día, aún sin descansar, buscando entre brasas y cenizas, una digestión completa de todo lo que aún me queda en el cuerpo de ayer, de necesidad de evacuar, de vacío, de parar pero seguir sin hacer ruido, de expresar sin decir nada, de acallar tanta información con tan poco conocimiento...
Lo de esta noche ha sido un recuerdo de un esquiador que pasaba entre los penosos y torpes embotellamientos que se producen en la entrada de los enganches..., por dios cómo he odiado ese deporte -cualquier competición me parece a estas alturas una triste sesión de terapia, de esas en las que no queda nada y todo sigue dentro- vestido aparatosamente y sufrido hasta el límite para poder SOBREVIVIR a las bajas temperaturas, las caídas y el hielo, los aludes y los choques de otros... 

Cómo he superado ese deporte con casi cincuenta años y sobrepeso, de un luto riguroso entre los niños y los más coloridos esperpentos y sólo me queda esa imagen de aquel esquiador deslizandose como una flecha, sorteando los paquetes humanos, fino y ágil, casi sin ropa entre aquella masa de monstruos... Sin duda era el más monstruoso de todos, el monstruo supremo que vencía todas las leyes de la física y la razón. 

Ocurre también en los deportes de riesgo... En cualquier actividad que suponga un reto..., ocurre en la vida, en cada instante que uno está dentro y se machaca hasta el punto de desaparecer...

Ayer leía algo sobre las razones por las que aún no hemos llegado a la violencia y al saqueo en el estado de malestar en que nos encontramos completamente bloqueados e indefensos ante un miedo a la guerra y al desahucio y a la pobreza...

No puedo competir siempre y mi reflexión encuentra en esta imagen de otro -sobre el fenómeno de la difracción de la luz- una respuesta a la vida contemplativa que llevo...

La neurona espejo es la mosca cojonera que me hace compararme con el "otro" e imitarlo simplemente para estar a una altura que no quiero...

Ver cómo Almodóvar intenta vendernos su última película o pensar que hoy empezaré los 21 días de meditación con Ophra y Deepak Chopra... Que tal vez consiga la iluminación del Dalai Lama o que el Papa Francisco done todos los bienes para dar ejemplo, cómo lo está haciendo en Chipre la iglesia ortodoxa -posiblemente para desgravar su acumulación de riqueza- o que la luna explote y no quede nadie en la tierra... Que la muerte me lleve a mi sólo, porque no encuentro el éxito y la ambición me supera...

No entramos en guerra abierta contra un poder corrupto porque aún nos queda un amigo a quien ver, porque buscamos la armonía y no el enfrentamiento, a pesar de los constantes abusos de otros que vienen a allanar nuestra propiedad, nuestra identidad...., porque aún prevalece el sentido común después de haber estado viviendo en casa de los padres hasta los treinta y los cuarenta y chupando de una teta que sabíamos que no era nuestra..., no explotamos porque hasta en las epidemias cómo el SIDA, confiamos en la cura y porque cuando ya lo hemos perdido todo, la confianza, la autoestima y el valor, no podemos revelarnos..., porque toca. 

No porque la clase más pobre nunca lidera las revoluciones esperando al líder extraterrestre que la libere, posiblemente sea de otro país y venga vestido cómo aquel esquiador experto...

No confío en Madoff ni en nadie... Me desespera lamer el culo a los rusos y buscar millonarios atrofiados en sus yates de lujo, gordos y feos, puteros, mafiosos. Árabes que vienen con enjambres de arenes, chinos patéticos que han descubierto que los perros son un mercado emergente en Occidente para comida rápida...

Ver la luz descomponerse en el espectro visible y volverse a convertir en un haz blanco, recordar que durante el invierno pasado subía a -35º centígrados a las cimas nevadas de los Alpes para algún descenso sin fractura de piernas o para llegar a un restaurante y a una botella de licor... Y volver..., esa eterna idea de salir para volver... Y después de tanto tiempo ya no soy lo que era, pero todo se repite incesantemente.

No... Hoy no habrá más guerra de la que ya existe, ni más muertes de las que ya están.

No buscaré más pies al gato.

No participaré de esta masacre y sí: Defenderé mi identidad y mi pequeño condominio alquilado y sin dinero, con el trato y el trueque..., y si es posible, no gritaré, ni me abriré las venas con el cuchillo jamonero... Si ha de ser así, que sea otro el que venga a matarme...



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